De commodis atque incommodis Latine scribendi


Dominus Ioannes Aegidius, Hispalensis Studiorum Vniuersitatis cathedrarius professor, "Escribir en latín. Ventajas e inconvenientes" loquetur in Conuento Internationali "Tradición Clásica y Universidad. Siglos XV-XVIII"
(die XXVII mensis Octobris, anno Domini MMVII).


Verba a me selecta ex hac Ioannis Aegidii oratione:

"Nadie ha negado jamás la oportunidad de escribir en latín, ni siquiera los que se han valido de su lengua vernácula para expresar sus sentimientos o dar a conocer su obra científica o literaria (pag. 1)".

"La literatura latina ha seguido su curso ininterrumpidamente desde Roma hasta hoy. Las causas de este fenómeno extraño son múltiples, pero en su mayoría explicables por las grandes ventajas que tuvo –y aun tiene- escribir en latín. La fundamental es la difusión de lo escrito en esa lengua, monopolizadora de la cultura hasta el siglo XII, ya que las lenguas nacionales no comenzaron a ser utilizadas sino muy tardíamente. El Renacimiento italiano volvió a poner de moda a los autores clásicos, de modo que en el siglo XV el latín penetró hasta los últimos rincones de Europa y se supuso, ingenuamente, que también del mundo. En latín se cartearon los sabios, en latín se redactaron los despachos diplomáticos que se cruzaban entre reinos y repúblicas, en latín mandaron poner los Reyes Católicos las credenciales que había de presentar Cristóbal Colón ante el Gran Kan. Todo el mundo en Europa quiso saber latín, pues en latín estaban escritos los libros en que se enseñaban las principales disciplinas. Escribir en latín, en consecuencia, se convirtió en eficacísima arma de propaganda, y más en una época, como los siglos XVI y XVII, en que la lucha política se disfrazó de debate religioso. Y así ocurrió todavía en el siglo XVIII: en latín publicaron una parte no pequeña de sus obras los jesuitas expulsos para defender el honor y la gloria de su extinta Compañía; desde luego, un claro objetivo reivindicativo y propagandístico persiguió el veracruzano J. L. Maneiro al componer su melancólica hagiografía de los ignacianos de México. Otro fenómeno sintomático atestigua su omnipresencia: el latín fue la única de todas las lenguas europeas que se vio sometida a una caricatura burlesca pero culta, los Macarronea de Folengo, pronto imitados por doquier (pag. 6)"

"En latín, apropiadísimo para la sátira y la invectiva, parece que suenan mejor y levantan menos ampollas las mayores y más raheces chocarrerías (p 10)".

"Escribir en latín es también una peculiar manera de rendir tributo a nuestros autores preferidos, ya que el estilo que se adopte es un reflejo fiel de los gustos particulares de cada cual. Hay quien vierte sus pinitos literarios en los solemnes cauces de los cánones ciceronianos (la inmensa mayoría de los humanistas de Italia); otros prefieren salpimentar su prosa picando con gracia de aquí y de allá (Poliziano); otros se forjan su propio estilo hasta hacerlo hermético y oracular (los alemanes y muy en particular Lachmann). El latín de cada humanista es una puerta abierta a su alma o, cuando menos, a su educación. Es éste un campo de investigación poco trillado, pues por regla general se estudian los grandes movimientos estilísticos en su conjunto (el ciceronianismo, el tacitismo, etc.), sin adentrarse en las preferencias personales de cada autor. La composición latina es, en definitiva, un ejercicio gratificante, ya se tome como divertimento o como obligación. Evidentemente, no siempre sale el período tan redondo como uno quisiera; a veces, cuando la inspiración se atasca, no vienen a la mente las palabras apropiadas o la construcción se enmaraña de modo innecesario. Pero incluso en estos momentos de bloqueo mental la escritura en latín ayuda a comprender mejor la lengua en cuestión y a penetrar en sus más recónditos matices e idiotismos (p.11)".

"Hasta aquí hemos hablado de ventajas. Nos toca examinar ahora un grave inconveniente. La verdad, confesémoslo de manera paladina, es que utilizar el latín impone ciertas trabas y, muy en primer lugar, las que se derivan de expresarse en una lengua ya muerta. Si ya Lucrecio se había quejado de la patrii sermonis egestas, excusado es decir los apuros que sufre quien escribe desde una perspectiva vital totalmente diferente a la del autor clásico. Ahora bien, la falta de vocablos es fácilmente subsanable a fuerza de aceptar neologismos: los humanistas dieron una sabia y perfecta lección de cómo adaptar la lengua a las nuevas circunstancias (p. 11)".

"El vocabulario, pues, no supone un verdadero obstáculo. Lo más difícil, a mi juicio, es superar las barreras mentales. En efecto, los modelos clásicos acuden involuntariamente a la mente de quien está escribiendo, y esta reminiscencia, como si fuera una especie de anámnesis platónica, lleva a repetir construcciones que son tópicos manidos y, lo que es todavía más grave, hace que, de manera imperceptible, la materia a tratar se deslice por unos cauces prefijados: la lengua impone su propia estructura mental y parece como si quisiera señorear la voluntad del escritor, desviando a veces su exposición de lo que de verdad pretendía decir (p. 12)".

"El latín, que tantas reglas da, nos libera en cambio de las ataduras que imponen las circunstancias del momento. Es ésta una cuestión que merece ser tratada con toda la atención que merece. En efecto, el uso de la lengua latina dio a los europeos la oportunidad de permitirse algunos desahogos intelectuales que probablemente no hubieran llegado a plasmar por escrito de haber utilizado su lengua materna (p. 14)".

"La enseñanza del latín no tuvo el efecto liberador al que antes aludíamos, a pesar de que abriese al indio nuevos mundos y le enseñase nuevas disciplinas. Por el contrario, en manos de los beneméritos frailes, y sin duda con su bendición, la lengua del Lacio se convirtió en un instrumento político, en un arma intelectual que, a la chita callando, justificó la opresión de los indígenas al reducirlos a la triste condición de siervos por naturaleza. Es una conclusión triste, pero más vale no falsear la realidad(p. 34)".

Comentarios

  1. Anónimo12:19:00

    Pena es la contradicción entre "De commodis...latine scribendi" e "Hispanice loquetur". No obstante habrá que estar atentos a lo que diga Juan Gil. Le pediremos a Pepe el texto de su intervención.

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  2. Juan Gil hablará en español sobre "Escribir en latín. Ventajas e inconveniestes", pero he querido traducir el título, por ello la contradicción la he creado yo sin querer, "mihi poena est".

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  3. Rerum et uerborum pugna siue discrepantia castigata est.
    Gratias tibi ago, Ludouice.

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  4. Candide lector, si pluras sententias de Latine hodie scribendo legere uis, commentaria diei XVIII mensis Februarii uide.

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